lunes, 8 de julio de 2013

Cristales


Desde dentro fue construyendo su bote de cristal. De cada crítica hacía un trocito de la pared de su tarro; con su orgullo logró construir la tapa y la cerró herméticamente con cada uno de sus silencios. Dentro del bote empezó a ver la realidad distendida por el cristal, se guiaba por las sombras y los colores, pero ya no veía lo que había detrás. No escuchaba con claridad, solo respondía ante golpes o gritos, pero se perdía los susurros y las risas tímidas. Se acostumbró al tacto frío del cristal, a vivir con límites, a juzgar un exterior que desconocía.

Pasó mucho tiempo preguntándose cómo había acabado allí dentro, repitiéndose lo injusto que era que él estuviera encerrado en sí mismo…Pero de repente logró recordar que fue él quien construyó su pared de cristal. 

La primera vez que un niño rompe un vaso de cristal, puede que le llegue a producir placer, hasta que después viene la represión. De esta forma llegamos a adultos invirtiendo esta sensación, llegando a preocuparnos minutos después a la ruptura del vaso, sintiendo sudores fríos, agitación... Quizá el secreto esté en disfrutar de la fractura del cristal, dejando libre el aire que contenía, abandonando su estructura rígida, perdiéndose detrás de cada esquina, debajo de cualquier sillón.

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